Comencé a escribir tras un fracaso,
al atardecer de mis días.
Embebida en Dios, pasaba el tiempo,
en el alto Tabor.
Año de Gracia, lo que allí acontecía,
mientras en oración, escribía.
Aprendí de mí, cosas que no sabía,
estaban como dormidas.
Mi escritura, como equinoccios,
vida, muerte, desierto o Amor.
Cuan primavera algunas son,
rosas en su esplendor.
Ciertas como el verano,
al calor del Sol…
Otras, como árbol de otoño,
se desnuda el alma ante Dios.
Algunas, como el más frío invierno,
comunican soledades y desamor.
Así soy yo, tan variable y natural,
como las estaciones del año.
Manuela González Aguilera
al atardecer de mis días.
Embebida en Dios, pasaba el tiempo,
en el alto Tabor.
Año de Gracia, lo que allí acontecía,
mientras en oración, escribía.
Aprendí de mí, cosas que no sabía,
estaban como dormidas.
Mi escritura, como equinoccios,
vida, muerte, desierto o Amor.
Cuan primavera algunas son,
rosas en su esplendor.
Ciertas como el verano,
al calor del Sol…
Otras, como árbol de otoño,
se desnuda el alma ante Dios.
Algunas, como el más frío invierno,
comunican soledades y desamor.
Así soy yo, tan variable y natural,
como las estaciones del año.
Manuela González Aguilera
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