jueves, 30 de julio de 2015

La llave

El Amor de Dios es la llave que abre puertas inimaginables. Vive entre nosotros, por nosotros y con nosotros y no hace alarde de su Divinidad. Es sumamente delicado, caballeroso y elegante. Es sencillamente humilde y paciente; sumamente dulce e increíblemente amoroso. Es el primero en lavar los pies de quienes siguen sus enseñanzas y el último en sentarse a la mesa.

Su templanza es ilimitada y ca
lma la tempestad con su mirada. A su paso, sana heridas postuladas, rompe cadenas y amarras; libera almas prisioneras desde antes de nacer y busca lo perdido hasta encontrarlo. Su ternura es más grande que la que inspira un bebe recién nacido, nada hay comparable a Él. El Amor todo lo hace nuevo.

Abre la puerta de la sabiduría, dando madurez al infantilizado, su Luz es viva, chispeante, desconocida al ojo humano. El Amor de Dios es llave del Libro Sagrado, como pez en el agua te sumerge entre sus páginas, para que escuches su Voz, sella en tu corazón su Ley. Abre la boca del mudo, los ojos del ciego y al sordo le hace llegar sus notas musicales.

El Amor de Dios es Rey de reyes, Rey de corazones pobres, rotos y desvalidos. Su Grandeza es tan inmensa, que las palabras no alcanzan describir su Belleza. Enamora cuanto toca y bendice cada paso; seduce las almas hacia Él, otorgándole la Gracia de su Salvación y la plena felicidad en la tierra, como primicia de su promesa.

El alma in-merecedora de tan alta Gracia, recibe el Don del Amor de Dios con humildad, lo acepta y acoge, como una madre a su bebé, como esposa a su esposo, como hermano y amigo. Tan grande es el Amor de Dios, que te enamora y ya no puedes vivir sin Él. Como el pez, no sobrevive fuera del mar, así el alma, no sobrevive fuera del Amor de Dios.

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