lunes, 4 de marzo de 2013

Hijo pródigo

Aunque Tú siempre has estado conmigo, no siempre he estado contigo. Cómo el hijo pródigo, con los bienes que me diste y que consideraba míos, me fui a malgastar mi vida lejos de Ti.


Hace casi veinte años que regresé a casa, sellado quedó en mí, el buen sabor del primer encuentro. Recuerdo con añoranza, la gran fiesta y el banquete que hiciste en la casa, tu abrazo de Padre, tu ternura y hasta tus besos.


Quienes nos veían, nos tomaban por locos, no entendían la grandeza de la fiesta, ni la alegría desbordante, ni tu Amor abrasador… a decir verdad, no lo entendía ni yo misma. No sabía que me estaba pasando, pero sí tenía claro una cosa, no volvería a marcharme de tu lado, ni por todo el oro del mundo.


Mi vida dio un giro de 180º, dejé de malgastar la vida que me diste, en prenda de tu Amor, dejé de caminar de espalda a Ti, Hacedor de todos mis bienes. Para comenzar a vivir de nuevo, una Vida Nueva en Ti.


Llegué a tu Presencia, llena del estiércol de los cerdos, comiendo de sus sobras, más parecía uno de ellos, lejos de reflejar en mí, la imagen y semejanza del Padre. Sin merecerlo, me diste un vestido nuevo, unas sandalias y un anillo en el dedo, símbolos de Alianza y Bodas con el “Cordero”.


El vestido blanqueado, con la sangre y el agua del “Cordero”, como símbolo de tu Misericordia.


Las zapatillas, con las huellas del “Cordero”, como símbolo de mí peregrinar por este mundo, trabajando en tu Reino.


El anillo en el dedo, como símbolo de tu Alianza, tu amistad intima y profunda con el alma, sellándola con las “Bodas místicas del Cordero”.


¿Adonde iré ya sin Ti? Solo Tú, tienes Palabras, con sabor a Vida Eterna (Abba).


Manuela González Aguilera








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