lunes, 11 de marzo de 2013

Meditación Juan 4, 3-14

Los fariseos se enteraron de que aumentaba el número de los discípulos de Jesús y que bautizaba incluso más que Juan. La verdad es que Jesús no bautizaba, sino que lo hacían sus discípulos. Cuando estos rumores llegaron a Jesús, abandonó Judea y volvió a Galilea. Cómo tenía que atravesar Samaría, llegó a un pueblo llamado Sicar, cerca del terreno que Jacob dio a su hijo José. Allí estaba también el pozo de Jacob. 

Jesús, fatigado por la caminata, se sentó junto al pozo. Era cerca de mediodía. En esto, una mujer samaritana se acercó al pozo para sacar agua. Jesús le dijo: Dame de beber. Los discípulos habían ido al pueblo a comprar alimento. La samaritana dijo a Jesús: ¿cómo es que tú, siendo judío te atreves a pedirme agua a mí que soy samaritana? (Es de advertir que los judíos y los samaritanos no se trataban). Jesús le respondió: Si conociera el don de Dios y quien es el que te pide de beber, sin duda que tú misma me pedirías a mí y yo te daría agua viva. 

Palabra de Dios 


Meditación: Jesús y la Samaritana Esta bella narrativa de Jesús y la Samaritana, nos enseña la experiencia del encuentro con Jesús. No sabemos quién es ella, ni cómo se llama. Se puede vislumbrar la experiencia de fe personal o de una comunidad. Quien tiene la iniciativa del encuentro es Jesús, Él sabe que la mujer viene de camino, que tiene sed, pero no de agua, sino de amor, y la espera con paciencia, sentado en el pozo. Jesús, comienza el diálogo con una petición, ella sin conocerlo, se muestra con suspicacia y le dice. En contraste, con el Amor y delicadeza de Jesús. 

En primer lugar, Jesús ha facilitado estar a solas con la mujer, sin los discípulos, sin nadie. Para entrar en la intimidad de su corazón y ayudarla a encontrarse a sí misma y saciar la sed de amor que trae. Poco a poco las palabras de la mujer van suavizándose, y se dirige a Jesús como Señor, profeta, y tal vez el Mesías. Jesús continúa el diálogo con ella y le dice: si supieras que Soy un regalo de Dios para ti, que Soy el Agua Viva que necesitas, para llenar el vacío de tu corazón y la sequedad de tu alma. Soy el Amor que buscas y nadie te puede dar. Mientras sigas bebiendo el agua del mundo, seguirás teniendo sed, Yo Soy para ti, el don de Dios, el Agua Viva, si me aceptas, brotará de tu interior un manantial de Amor y Vida eterna, que durará para siempre y ya nadie te podrá quitar. 

Ella, aturdida por el amor de Jesús y por sus palabras, le dice: “Señor dame de esa agua, para no tener más sed”. Jesús, la ha seducido con su Amor y Misericordia, le ha fascinado su Sabiduría. La mujer después de ese encuentro, queda contagiada del Amor de Jesús, llena de entusiasmo se va corriendo a comunicar a otros su experiencia. A contagiar a otros, de Jesús, el Agua Viva. 

 Manuela González Aguilera

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